Vergüenza menstrual y reproductiva: cuando el cuerpo se convierte en tabú

29.05.2025

En algún momento de nuestras vidas, muchas escuchamos frases como "no digas que estás con la regla", "cuidado con mancharte" o "lleva la toalla escondida". Frases pequeñas, casi imperceptibles, pero que llevan consigo un mensaje poderoso: menstruar está mal, incomoda, se debe ocultar. Así, desde muy temprano, aprendemos que el sangrado mensual no debe ser nombrado en voz alta, ni mostrado, ni mucho menos celebrado. Aprendemos a habitar nuestros cuerpos en silencio.

Este silenciamiento no es casual. Tiene nombre: vergüenza menstrual, y aunque a veces la vivimos como algo íntimo, es en realidad una emoción profundamente política, que forma parte de una red más amplia: la vergüenza reproductiva.

Fotografía por Kateryna Hliznitsova
Fotografía por Kateryna Hliznitsova

El origen cultural de la vergüenza menstrual

Menstruar no es un acto vergonzoso en sí mismo, no hay nada sucio ni indigno en que el cuerpo elimine sangre como parte de un ciclo fisiológico. Pero el problema no está en el cuerpo, sino en cómo la sociedad lo interpreta.

Como muestran investigadoras como Maureen C. McHugh, Elizabeth Kissling o Ingrid Johnston-Robledo, la vergüenza menstrual nace del tabú, del silencio impuesto culturalmente sobre los cuerpos que menstrúan. Un silencio que se refuerza en la educación, los medios de comunicación y los discursos médicos que patologizan el ciclo menstrual. Se evita usar la palabra "sangre", se inventan eufemismos como "estar indispuesta", y los productos menstruales se diseñan no para acompañar el ciclo, sino para ocultarlo.

Esta forma de vivir la menstruación —en silencio, con vergüenza y bajo vigilancia— ha sido nombrada por la filósofa Iris Marion Young como el "closet menstrual": una obligación cultural de mantener el sangrado fuera de la vista y la conversación. Desde niñas aprendemos que una mancha puede arruinarnos el día. Que menstruar no es un evento digno de atención, sino un problema a resolver.


Cuando menstruar se convierte en enfermedad

A este fenómeno se suma la tendencia de hablar sobre menstruación solo desde el malestar: el dolor, la irritabilidad, los cambios de ánimo. Es lo que McHugh denomina "menstrual moaning" o queja menstrual, una forma de comunicación que, aunque puede generar lazos entre mujeres, también refuerza una narrativa negativa sobre el cuerpo. Si lo único que decimos del ciclo es que duele o molesta, terminamos creyendo que menstruar es sinónimo de sufrimiento.

Este discurso, además, alimenta la medicalización de la menstruación, donde se interpreta cualquier manifestación del ciclo como algo a controlar o suprimir, incluso cuando es fisiológico. Así, se refuerza la idea de que el cuerpo que menstrúa es disfuncional, caótico y, por tanto, menos confiable.

De la vergüenza menstrual🩸 a la vergüenza reproductiva

Pero la historia no termina con la menstruación. El ciclo menstrual es apenas la puerta de entrada a una serie de funciones corporales —ovulación, fertilidad, embarazo, parto, aborto, menopausia— que también están atravesadas por el silencio y la culpa.

La vergüenza reproductiva abarca todos estos procesos. Se expresa en el miedo a hablar de aborto, en la culpa de no poder o no querer tener hijxs, en el estigma hacia quienes dan a luz fuera de los cánones médicos, en el juicio hacia quienes amamantan en público, o hacia quienes deciden no hacerlo. El mensaje de fondo es siempre el mismo: tu cuerpo debe ser controlado, silenciado, corregido.

Johnston-Robledo y sus colegas demostraron que quienes sienten vergüenza menstrual suelen experimentar también vergüenza hacia otras funciones reproductivas. Es decir, no es una experiencia aislada. Es una cultura entera que enseña a las personas a sentir que sus cuerpos están "mal".


Fotografía por Kateryna Hliznitsova
Fotografía por Kateryna Hliznitsova

🚫 Las consecuencias no son menores

La vergüenza, sostenida en el tiempo, tiene consecuencias reales:

  • Se normaliza el dolor menstrual y se retrasan diagnósticos de condiciones como endometriosis.

  • Muchas niñas, adolescentes, mujeres y otras corporalidades que menstrúan abandonan clases o actividades físicas por miedo o incomodidad, afectando su desarrollo académico y social.

  • Se reproduce desinformación, ya que no se habla abiertamente de los procesos corporales.

  • Se afecta la salud mental, generando baja autoestima corporal, aislamiento, ansiedad o rechazo al propio cuerpo.

  • Se limita la libertad sexual y reproductiva, porque hablar de deseos, placeres o decisiones requiere antes que todo, poder nombrar lo que sentimos sin culpa.


Habitar el cuerpo desde otro lugar: salir del closet menstrual

Salir del closet menstrual y romper con la vergüenza no es un camino individual. Requiere una transformación cultural, donde:

  • Se hable de menstruación con naturalidad, sin eufemismos ni tabú.

  • Se eduque desde una perspectiva de derechos, salud y autonomía.

  • Se reconozca la diversidad de cuerpos que menstrúan, incluyendo a personas trans, no binarias y con variaciones intersex.

  • Se visibilicen los malestares, pero también los saberes, los ciclos, los placeres.

  • Se construyan redes de apoyo y escucha, donde menstruar deje de ser motivo de vergüenza, y se convierta en motivo de conversación, cuidado y dignidad.


Como escribió Brene Brown, la vergüenza se rompe cuando se habla en voz alta y es recibida con empatía. Contar nuestras historias menstruales, nuestras dudas, nuestras rabias, nuestros aprendizajes, es un acto político, es una forma de justicia reproductiva.

Romper con la vergüenza menstrual es el primer paso para vivir nuestros cuerpos de forma libre, informada y soberana. No para romantizar la menstruación, sino para dejar de temerla. Para volver a habitarla sin culpa.


Porque mientras haya vergüenza, no habrá autonomía.